Se cuenta por ahí que en las noches de verano en San Cayetano cuando las agujas del reloj marcan las 23 y la luna se pone más reluciente que las anteriores noches en compañía del cielo completamente despejado, uno de los 1.400 habitantes tendrá una pesadilla a medianoche, la que terminará por llevar su vida en el mismo sueño.
Existen muchas versiones sobre esta leyenda, incluso aún hay gente que no la considera real y no enciende las siete velas durante las noches y tampoco rezan la novena que deberían, pese a testigos que comentan que familiares perdieron la vida en una de esas noches sin explicación alguna.
Yo era una de esas personas hasta que logré sobrevivir de la pesadilla…
Miré hacía mi alrededor y sólo había árboles que meneaban sus hojas al compás del viento que se había desatado. El terror y la desorientación no tardaron en invadirme.

Suspiré profundamente y traté de calmarme debía existir una manera para volver a casa. No quería ser víctima del pánico, así que trate de concentrar mi mente en buscar un sendero tal vez conocido. Aunque los pocos caminos parecían dirigirse hacía ninguna parte, o hacía alguna todavía más lejana. Escogí el que tenía más luz, y noté que lo único que podía oír eran mis pasos y el sonido del viento al mover las ramas de los árboles. Una pregunta se apoderó de mi mente ¿Cómo había llegado hasta allí?.
Sin darme cuenta comencé a correr, parecía que iba en círculos porque no podía ver nada diferente, nada nuevo…
Me dí cuenta que había llegado a la colina de un sendero, pero estaba segura de que no estaba sola.
Guardé silencio, y fui corriéndome lentamente hacía donde la luna no alumbraba. Sentí el chasquido de las hojas, alguien estaba acercándose, pero sabía que no estaba cerca, no aún.
De repente dejé de oír los pasos, esperé no sé cuántos minutos para salir de mi “refugio temporal” y miré hacía el sendero. Quería buscar un lugar seguro para pasar la noche y emprender el viaje nuevamente por la mañana, esperanzada todavía de encontrar la manera de regresar al pueblo, o al menos, de ver algo o alguien, que me orientase.
Nunca temí tanto en mi vida hasta que lo vi, era una figura humana de espaldas que estaba entre los árboles que bordeaban el sendero, podía notar que estaba buscando algo en la tierra, removiéndola, mientras emitía gruñidos o algo muy parecido. No puedo hacer una comparación para explicarme mejor, porque no creo que alguien más que yo alguna vez haya oído algo así.
Esa figura levantó la cabeza y me miró, tenía una mano en su boca de la que goteaba sangre. Rápidamente se levantó y comenzó a correr hacía mí ferozmente.
Comencé a gritar y me dí cuenta que no tenía escapatoria, ni tampoco nada a mi alcance como para evitarlo, así que cuando ya casi podía sentir su aliento sobre mí, me dejé caer hacía atrás, hacía donde estaba el vacío.
Luego de pensar noches enteras cómo fue que logré sobrevivir del famoso mito, llegué a la conclusión de que la única forma siempre fue un suicidio en el sueño, o para la gente que no cree, “suicidarse” en los sueños hace que despertemos, sin que sea relevante si formamos parte de un mito o no.